¿Qué significa para mí ser una “iglesia gay?”

cable arcoiris

 

¿Qué significa para mí ser una “iglesia gay?”

La verdad… Cuando era joven, me encontré perdido en la vida, mi familia me amaba, participaba de una comunidad dentro de la Iglesia Católica que me ayudaba a encontrar y dar un poco de sentido a la vida… pero no era feliz, me faltaba algo. Tengo que contarte que por entonces, no lograba aceptarme tal cual soy, rechazaba casi todo de mí… mi cuerpo, mis sentimientos, la orientación sexual. Eran otros tiempos y eran muy duros; de eso no se hablaba, se condenaba la homosexualidad duramente, y como podrás imaginar inspiraba mucho, pero mucho miedo. Quería ser sacerdote, me movía la vida de Jesús, su forma de tratar a las personas y de incluirlas, su proyecto de un mundo, en donde había lugar para todos sin distinciones, igualitario y quería eso, hacer lo mismo que Jesús, ayudar a las personas, hablarles de la vida, de lo bueno, de los valores, de la comunidad, de la familia, del servicio a los demás, del amor que Dios nos tiene a todos… pero no lograba todo eso porque tenía un dilema profundamente doloroso: sentía atracción a hacia los varones y eso “estaba condenado” por la sociedad y lo peor que me habían hecho creer, es que estaba condenado por Dios.

La vida transcurrió, yo crecí y también creció el rechazo por mí y mi sexualidad, al punto de ser homofóbico. Creció hasta que un día pasó lo inesperado: me enamoré. Sí, me enamoré profundamente de un chico hermoso y pude entender todo, vivir en paz y disfrutar de la oportunidad. Claro no todo fue polvo de estrellas, porque al mismo tiempo, también vino con esa aceptación la expulsión de la iglesia y todos mis sueños de “sacerdote” se perdieron en el camino.

Luego me hice activista por los derechos de las personas LGBTTIQ, en mí país, asumí la visibilidad como camino, (jajajaja, fui el primer activista abiertamente gay que dió la cara en los medios reclamando derechos), me convertí en un referente y participé de la lucha por los los derechos hasta conquistar las leyes que nos permitieran ser ciudadanos de primera categoría (eso sí que fue duro pero muy, muy reconfortante). Al mismo tiempo, por mi visibilidad pública me dieron la oportunidad de trabajar en varios programas de TV, y me convertí en un luchador y defensor de los derechos para la comunidad… ¡Quién lo hubiera dicho!, tan sólo unos pocos años antes.

En el año 2000 conocí…a las Iglesias de la Comunidad Metropolitana. No podía creer que una Iglesia Cristiana, aceptara y diera la bienvenida a las personas como yo.

Pero la vida y Dios tenían reservada una sorpresa mayor para mí…En el año 2000 conocí, en un Congreso Internacional de Organizaciones LGBTTIQ iberoamericano, a las Iglesias de la Comunidad Metropolitana. No podía creer que una Iglesia Cristiana, aceptara y diera la bienvenida a las personas como yo. Me acerqué porque quería conocerlos y al hacerlo me dí cuenta que todo lo que yo buscaba en la vida, todos mis sueños de joven, tenía finalmente un lugar, un espacio en el que yo podía realizarlos. Una iglesia que aceptaba a la gente diversa, la incluía, anunciaba y practicaba la liberación, la comunidad, la fraternidad, la solidaridad, el compromiso con la justicia. No lo dude y me uní al proyecto; volví a mis estudios de teología y finalmente en 2006 me ordenaron clérigo y me dieron un destino para guiar a una comunidad como su pastor. Lo dejé todo y me dediqué a ello desde entonces. La vida como pastor me llevó de mi país a Monterrey México, donde guié por tres años a una comunidad; luego me trajo nuevamente a mi país donde regresé a la TV, a un programa de debates sociales y finalmente me enviaron a servir a una comunidad de rehabilitación para adictos, como capellán: Comunidad Terapéutica Bethania, sí, como ese pueblito cercano a Jerusalén, donde vivían en tiempos de Jesús, muchas personas excluidas, borrachos, mujeres de la vida, extranjeros; ese pueblito al que tanto le gustaba ir para compartir su buena noticia, ese pueblito en el que tantos amigos hizo y tantas personas recuperaron la esperanza y el sentido de la vida. Bethania, me recuerda el valor y el espíritu de ICM, nuestra iglesia “gay”, diversa, colorida, la iglesia en que su mesa tiene un lugar especial para todas las personas, un lugar para reencontrarse con el sentido de la vida, su propósito, hacer amigos y transformar la realidad desajustada. Tal vez, eso mismo sea el Evangelio, un espacio y un lugar en un tiempo, para que las personas puedan reencontrarse consigo mismas y con el amor que viene de lo alto… Un espacio y un lugar en un tiempo, tan pequeño que crece en la vida de alguien y lo hace nuevo para siempre.


 

Fernando Frontan QuevedoSOBRE ESTE AUTOR DE ICM: Rev. Fernando Frontán Quevedo – Nací en un pequeño pueblo, llamado San José, al sur de mi país Uruguay. Mi ruta como cristiano nació del llamado a servir y lo hice transitando por la vida parroquial, los scouts católicos, las misiones rurales; a los 18 años ingresé al seminario para ser sacerdote, como me reconocía gay, no me permitieron vivir con otros seminaristas y a cambio me enviaron a vivir con una comunidad de sacerdotes mayores insertos en contextos socialmente críticos en los márgenes de Montevideo, mientras estudiaba en la facultad y tenía por actividad pastoral el acompañamiento de las comunidades eclesiales de base (mi auténtica y verdadera escuela en temas de eclesiología).  Read More